Reseña: Las Huellas del Silencio, de John Boyne.
TÍTULO: Las Huellas del Silencio.
AUTOR: John Boyne.
EDITORIAL: Salamandra.
PÁGINAS: 400.
Qué cosa, el silencio. Uno diría que el silencio podría definirse como la ausencia de ruido o sonidos, como si no fuera un ente en sí mismo. Y, sin embargo, muchas veces el silencio toma forma y habita espacios, y genera inquietudes que pueden desembocar en sismos inefables. Ese silencio, el que nace de la negación o de la dificultad para procesar lo inexplicable, ese silencio pesa como el cemento y muchas veces se vuelve una forma de darle la espalda a la responsabilidad que significa la necesidad de cambiar las cosas. O a la frustración que genera, tal vez, la impotencia de haber alzado la voz y ser violentamente silenciado.
En la nueva novela de John Boyne, "Las Huellas del Silencio", el silencio (valga la redundancia) camina página tras página guiando a Odran Yates, un hombre que, bajo la poderosa influencia de la fe ferviente de su madre, se ve obligado a ordenarse cura con la honesta intención de mejorar el mundo en el que vive. No obstante, su propia fe se encuentra en jaque cuando un escándalo de abusos sexuales sacude a su país, Irlanda. Escándalos que abren los ojos de Odran y lo enfrentan a la verdad.
"Qué mundo es este en el que vivimos y cuánto daño les hacemos a los niños."
Más que Odran Yates, considero que el primer protagonista es el silencio, en todas sus formas, en todos los contextos, en todas las voces. A través de la historia familiar de Odran, desde su infancia hasta la actualidad, vivimos diferentes episodios en los que lo que no fue expresado verbalmente, habla por otros medios. Cada situación implica un secreto que hiere, que cala profundo en los personajes, hasta que, de una forma u otra, se manifiesta. Desde la perspectiva de Odran, repasamos lo que él mismo vivió sin interpretaciones ni juicios, los hechos al desnudo. Pero como lectores, sentimos una punzada de impotencia cada vez que un niño queda a solas con un cura, sin saberlo sospechoso o no.
La prosa de Boyne es nítida, limpia; no necesita un exceso de descripciones ni de sentimientos para generar emociones en los lectores. Con pocas palabras, materializa la perturbadora incomodidad que genera el mero hecho de hablar de pedofilia y la indignación para con todos aquellos que, sabiendo la verdad, no hicieron nada. Con pocos momentos de introspección, sentimos el peso de la conciencia de Odran y el dolor irreparable en cada niño mencionado en la historia. Con recursos sutiles bien utilizados, el autor logra esos momentos en los que la trama pesa tanto que necesitamos dejar el libro unos minutos y tomar un respiro de una realidad tan cruel.
Pocas veces he leído libros que hablen, más que del criminal en sí, de la culpa de los cómplices; de aquellos que, consciente o inconscientemente eligen callar. Considero que Boyne logra un personaje complejo, con buenas intenciones, pero con dificultad para aceptar la corrupción de un ambiente que creía sagrado y puro. ¿Hasta qué punto lo perdonaremos por su silencio, por su negación? Cada lector sabrá.
Personalmente, la lectura me dejó silencio. Silencio por todas aquellas víctimas que estarán buscando reconstruirse. Silencio por todos aquellos cómplices que intencionalmente esconden la verdad. Silencio por quienes juegan con algo tan puro como la fe de los creyentes.
Silencio porque no es sólo ficción en un libro.
Silencio porque existe.
La Maga.
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