Reseña: "Los Llanos" de Federico Falco.
Quienes nacimos en una ciudad como Buenos Aires, por lo general, la primera vez que pisamos campo nos aburrimos. Y por campo, digo campo; no estoy haciendo referencia a alguna estancia de las que ofrecen un "día de campo". Me refiero al campo, a hectáreas dedicadas a la agricultura o a la ganadería, a esos lugares en los que apenas llega la señal del celular, a los que no llegan los ruidos del tráfico, ni voces ajenas, ni el eco de los aviones que despegan. Donde, si hacemos silencio, escuchamos solamente a la naturaleza.
En "Los Llanos", Federico Falco nos invita a ese lugar vacío, silencioso, en el que, después de una ruptura, nos refugiamos hasta que la tierra sana y lo que plantamos vuelve a crecer. A lo largo de los meses que pasa en Zapiola, en una casa alquilada a pocos kilómetros de un pueblo, Federico recorre sus orígenes, su búsqueda de identidad y su duelo más reciente, mientras descifra los códigos de la naturaleza para acompañar sus procesos. Procesos que sospechosamente se parecen bastante a los nuestros.
"Armé una huerta para llenar el vacío.
El ancho tiempo vacío.
El tiempo sin narrativa, sin historias. El tiempo del llano."
Personalmente, lo que más me llama la atención es lo acertado que resulta el título. La pluma de Falco es minimalista, nítida y sensible, capaz de dibujar minuciosos paisajes y sentimientos en pocas palabras. La lectura se convierte en una construcción constante entre la información que recibimos, los sentimientos con los que empatizamos y la lectura entre líneas de lo que no fue dicho, pero igualmente está presente con contundencia. Es entonces cuando notamos que, si observamos con cuidado, "Los Llanos", ese campo vacío, ese período de meses en los que no acontece nada significativo, también significan, también son, también forman parte de nuestro proceso de duelo, de crecimiento, de resurgimiento de las cenizas.
"Y seguir creciendo, después de los cortes y las mutilaciones. Seguir y crecer por donde se pueda, siempre con forma, pero ya sin belleza."
En mi experiencia, reconozco que me costó tomar el ritmo de la narración. Me costó de la misma forma que me costó contemplar tanta tierra y tanto cielo sin ninguna interrupción. Y sin embargo, basta pasar de ese primer impacto que producen los llanos, tanto geográfica como narrativamente, para encontrar el encanto del paisaje, para apreciar el paisaje y observar cómo gradualmente el clima cambia, la tierra se enriquece y lo que sembramos finalmente florece. De la misma forma, las páginas, al principio meramente blancas con sus letras negras, se llenaron gradualmente de frases increíbles, memorables, y el libro se llenó de flags de colores a medida que avanzaba mi lectura.
"Al fin y al cabo no somos más que personajes en busca de una trama que le dé sentido a la historia, tratando de identificar la narrativa en la que estamos inmersos, de asegurarnos, desde ahora, de que el final va a ser feliz, o por lo menos, bueno, o por lo menos, digno."
Cuando nos enfrentamos a los llanos por primera vez, quienes nacimos y crecimos en la ciudad no comprendemos tanto vacío. Y sin embargo, ese vacío está tan lleno, lleno de naturaleza, lleno de procesos, lleno de voces de animales, del suelo, lleno de cielos. Tan lleno de vida. Es todo esto, es la vida también, la que nos lleva a detenernos en los llanos por la sencilla razón de que comprendamos que no todos los procesos son visibles.
Los llanos también son espacio donde construir;
los llanos también son vida.
La Maga.
FEDERICO FALCO
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