Te cuento: Sensaciones

 

Despertar. Como todos los días, despertar, pero con un sonido diferente a la usual voz de radio, un sonido robótico, una canción sobre conocer señoritas y tomarlas por detrás. Será la espalda, será el pelo. Sonaba extraño, pero lo despertó. Como anciano, no tenía mucho que hacer, pero no había más que despertar a las seis. Para qué cambiar a esta altura de la vida. Todo en equilibrio. Todo en armonía. Armonía hasta que lleguen los chicos, lo asalten y no sea más que dejar hacer, dejar fluir, abnegación, soltar, hasta que se fueran y el celular respirara. Y él respirara. Armonía. Y en la armonía, volvían la plenitud y la paz, la libertad. Pero la soledad. La compañía era efímera, la ausencia no. El gato pasó entre sus piernas. Dejó escapar una sonrisa.

En un principio, no prestó demasiada atención, pero la pantalla del aparato se encendió sola. Sintió una voz lejana, arrimó la mirada pero no comprendió las figuras. Se puso los lentes. Malditas cataratas. Entonces si, la vio, una señorita le hablaba, le sonreía, le guiñaba el ojo. De pronto, lo incomodó su propia apariencia de entrecasa. Una señorita elegante que parecía parte de una obra de arte, con hombros descubiertos, con un escote profundo. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y hasta el bastón de sólo mirarla, pero no lograba captar sus palabras. Qué dice, señorita. Buenas tardes, no le oigo, disculpe. Ella continuaba su conversación. Él , de pronto descubrió, la contemplaba.

Despertar. Como todos los días, despertar, pero con un entusiasmo diferente. Hoy los nietos tienen escuela, la soledad tendrá su ventaja. Toma el aparato celular, pero la señorita ya no habla. Esta vez le aparecen sus fotos, fotos que supone que le envía exclusivamente a él a través de esa página del cuadradito naranja, o rosa. Algo de instante y fotograma. Fotos que lo invitaban a soñar, a imaginar su intensidad, con su sombra, con su conversación etérea, con su vestido fúlgido, con su empatía, con su amor insaciable, con su aparición intempestiva. Y, a pesar de que dudara de la verosimilitud de todo, ya la vida misma le parecía una falacia. Qué le hace un perro salchicha más a la jauría. Una ilusión más a lo que le quede de vida. Se sentía enamorado.

Despertar. Con determinación, despertar. Con intriga y una misión crucial. Tinta y papel. Una invitación, la última que posiblemente haga. La saluda respetuosamente, le agradece las palabras y las fotos compartidas tecnología mediante, halaga, alaba su belleza. Le sugiere que no puede ofrecerle todo lo que hubiera podido en su juventud (no se atreve a escribir la palabra "sexo"), pero sí le ofrece su compañía, un café en alguna confitería de moda, momentos compartidos de ese estilo. Firma, sobre y al buzón del correo Buscador Sur. La carta se va sin dirección de receptor, pero llena de frenesí y entusiasmo. Conforme con su propia valentía, vuelve a su silla en la vereda, al gato entre las piernas, al crucigrama del diario. Horizontal, diez letras. Paquidermo. Horizontal, siete letras. Karaoke. Vertical, nueve letras. Despertar.

La Maga.

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